miércoles, 3 de abril de 2013

Los mayores dan miedo

Hará diez años, cuando todavía no me interesaban los penes ni los dinosaurios, mis padres me llevaban prácticamente cada día al idílico parque de mi barrio. Era un sitio grande y limpio, donde solo un par de veces se encontraron sospechosas jeringuillas detrás de algún pino medio caído. 



Allí pasábamos las tardes los niños antes de que empezaran a poner Internet en nuestras casas y dejáramos el mundo real para embarcarnos en emocionantes aventuras online. 

Y, al lado de la cancha de baloncesto (en la que, durante muchos años después de que un hambriento niño se comiera un poste, hubo una inspiradora mancha de sangre en el suelo) había dos majestuosos árboles, cuyas ramas susurraban "trépame". 



Y ¿quién somos nosotros para negarnos a los deseos de la madre Naturaleza? Cada vez que mis padres me perdían de vista el tiempo suficiente, yo corría a subirme a uno de los árboles. A veces incluso hacíamos carreras "a ver quién se sube antes". Las ramas de arriba eran tan finas que, mirando atrás, no sé por qué chiste del destino sigo viva hoy.



Pero todo lo bueno se acaba, y mis pinitos (después de este chiste saldré cinco minutos de la habitación castigada) llegaron un día a su fin. 



Estaba miniyo subida a una de las ramas más bajas, en proceso de seguir subiendo, cuando unos adolescentes me gritaron desde abajo. Estaba claro que querían que bajara. ¿Por mi seguridad? No. ¿Porque querían subirse ellos? Tampoco. ¿Por simple deseo de tocar las pelotas? A pesar de lo que podáis pensar... no. 

Querían que bajara porque iba a romper el árbol y "lo estaban pagando sus padres con los impuestos". 



Hoy os reís, pero cuando yo podía contar mi edad con los dedos de las manos, los adolescentes eran demonios del Averno que podían destruirte con su furia infernal. O por lo menos eso me parecían. Me bajé del árbol de mala gana, pensando volver a subirme cuando se fueran, o tal vez otro día, o la semana que viene. Pero no me esperaba la reacción de mi padre al relatarle lo sucedido.



Sus palabras fueron claras, concisas y, a día de hoy, sigo pensando que no muy apropiadas para una niña trepaárboles.

"¡¡Deja de meterte en problemas, que un día te vamos a encontrar tirada en una cuneta!!".



Tirada. En. Una. Cuneta. Creo que no hace falta decir que jamás he vuelto a molestar a la vegetación (financiada con los impuestos de honestos trabajadores que no se merecen agravio tal). Espero que esta historia inspire a algunos padres a no meter mierda financiera en las cabezas de sus hijos y a otros padres cuidar sus palabras cuando hablan con niñas de menos de diez años. 

Los mayores dan miedo, hasta que te haces mayor y te das cuenta de que la mayoría de lo que dicen es mentira o una gilipollez.

3 comentarios:

  1. Mi padre hace unos 3 o 4 años me decía que a ver cuando empezaba a separar por clases (refiriéndose a mis amigos), un día que le dije que ibamos a ir a comer pizza a un restaurante italiano.

    Pero en fin, que esta entrada es adorable, deberías darle más bombo!! <3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No lo pillo, a separar por clases? Sociales o cómo? Perdona mi espesez -.-

      Eliminar