miércoles, 6 de junio de 2012

Cosas que se aprenden en el primer año de universidad

No sé si todos los nuevos estudiantes van a la universidad con la idea de empezar una nueva etapa de aprendizaje, estudios y responsabilidad. Yo, desde luego, la tenía... hasta que llegué. He aquí una lista de las cosas que verdaderamente se aprenden en el primer año de universidad fuera de casa. Las dos primeras entradas son más bien mitos desmitificados, pero he decidido incluirlas igualmente:

1. ¿Te dijeron que te iban a gustar tus asignaturas? Te mintieron. Te mintieron vilmente, amigo. Pensabas que ibas a estudiar idiomas, pero acabarás enterrado en un mar de cables mientras intentas aprobar Informática, una asignatura decididamente útil para un filólogo ruso. 



2. Estudiar, para Bachillerato. Efectivamente, existe el mito de que en la Universidad (al menos en la mayoría de carreras) es necesario un gran esfuerzo, es decir, horas y horas de leer montañas de apuntes en la biblioteca. Pues bien, a no ser que estés estudiando Medicina o Ingeniería de Cosas Difíciles, esto no se aplica a tu persona. Estudiarás durante la primera semana de carrera, sintiéndote responsable, y durante la semana de exámenes, sintiéndote... todo lo que te puedes sentir cuando llevas cuarenta y ocho horas despierto con la mirada fija en un libro.



3. La comida sana está sobrevalorada. Sí, al principio te preocuparás por comer de todo: hoy ensalada; mañana, arroz blanco. Sin embargo, tras unas pocas semanas, el ritmo de vida estudiantil empezará a impedirte dedicar mucho tiempo a la cocina; además, fregar los platos requiere una preparación mental que, a los 18 años, sencillamente no se tiene. De esta forma, el kebab y las pizzas de microondas conquistarán poco a poco tu dieta, hasta que comprar una bolsa de Florette sea un logro digno de marcarse en el calendario. 



4. Evita fregar. Fregar es malo para la salud. Hace unas horas, presencié a un ser querido comerse un helado con el dedo. Esta es una opción mucho más digna que fregar una cuchara. 


  
5. No hace falta estudiar en exceso para ser catedrático. Esto te lo demostrarán día a día muchos de tus profesores. Además, tampoco hace falta ninguna vocación: si no puedes trabajar de lo tuyo, la universidad te abrirá sus puertas. Entre frases como "yo estoy aquí porque mis hijos me arruinaron la vida" y "debería estar dirigiendo un máster en Políticas pero me ha tocado venir a hacer de niñera", los respetables maestros universitarios te demostrarán su cariño, ganas de enseñar y amor por su trabajo. Asimismo, no esperes que ningún funcionario haga su trabajo: eso te pondría las cosas demasiado fáciles. 



6. En época de exámenes, cualquier pasatiempo es bueno. ¡Cualquiera! No importa si decides limpiar la casa (a la mía le hacía falta), empezar un blog o hacer maquetas de aviones de la II Guerra Mundial (¿qué? hay gente para todo). Además, cuanta más gente se una a tu afición, mejor: es perfectamente aceptable que cinco personas se junten en una casa durante seis horas para ver La que se Avecina una semana antes de un examen. No me juzguen.



7. La mayoría de edad debería estar en los 30. ¿Tienes 18 años? Sí. ¿Eres adulto? Nope. ¿Por qué? Podría hacer una lista. Un adulto se levanta a las ocho de la mañana. Desayuna y va a trabajar. Vuelve a casa a las cinco, habiendo comido (probablemente comida sana) durante su jornada de trabajo. Se dedica a sus aficiones y a su familia hasta las diez. Atiende a su cónyuge hasta las doce y se va a dormir. Resultado: día productivo, ocho horas de sueño. ¿Tú? Tú te levantas a las tres de la tarde, te comes media pizza del día anterior, te vas a clase de cuatro a ocho (o de cuatro a seis, o de cuatro a siete, ¿quién dijo rutina?), te vas "a dar una vuelta", vuelves a las doce (aceptable, incluso si es martes), intentas dormir, acabas viendo la televisión hasta las tres y juegas con el móvil hasta que te entra el sueño. 



Vale, eso es lo que hago yo, pero no puede ser tan distinto de la media. Resultado: Quince horas de sueño (si no tienes clase por la mañana. Si la tienes... buena suerte, amigo), día desperdiciado y sensación total de "¿qué estoy haciendo con mi vida?". La diferencia está clara. 



Disclaimer: Niego haber escrito esta entrada para generalizar mi experiencia a todos los estudiantes y sentirme menos culpable por ser una cavernícola sedentaria con horarios de sueño indecentes que se ducha con agua fría y se alimenta de congelados del Mercadona. 


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