martes, 12 de junio de 2012

Cuando intenté jugar al LoL

Me gusta jugar a cosas. Por esto me paso gran parte del día delante de un ordenador o con una consola en la mano. Mi compañero de piso finge que le molesta, pero en realidad le encanta poder soltar cosas como "¿no te estás pasando ya un poco de friki?".



El problema es que me cuesta mucho probar cosas nuevas. Soy fan acérrima del siglo pasado, así que no me faltan remakes de Zelda y Super Mario, generaciones de Pokémon ni, por supuesto, expansiones de Age of Empires (el II).



Mi novio, que considera que no juego lo suficiente, consiguió en Navidad que me instalara uno de sus juegos favoritos (uno de muchos), el League of Legends, en adelante LoL.



De entrada nunca pensé que me fuera a gustar. Había muchos personajes con muchas estadísticas y mi novio me dio docenas de tutoriales (que jamás leí, cariño, lo siento). 




Nunca he entendido los juegos con tantas complicaciones. En mi cabeza no entra la idea de tener que ESTUDIAR para JUGAR.Ya tengo bastante con la universidad.


De todas formas, decidí darle una oportunidad. Hay que elegir un personaje. Resulta que cada semana hay una cantidad de personajes gratis, y, cuando dejan de serlo, tienes que comprarlos con puntos de experiencia. 


De entre un montón de magos y gladiadores musculados, escogí al que parecía menos peligroso (decisión un poco estúpida, ahora que lo pienso, dado que todos los juegos al final tratan de matar al enemigo): una niña pequeña con el pelo morado y un osito de peluche. Debo confesar que sentí cierta empatía hacia aquel personaje ficticio, más que nada porque a mí también me encantan los muñecos.



Después de elegir al personaje (en adelante Annie) aguanté un sermón de mi novio sobre qué estadísticas debía mejorar y qué objetos elegir. Lo ignoré por completo y antes de darme cuenta estábamos jugando un "partido de entrenamiento" contra unos personajillos controlados por ordenador llamados "bots". "Annie Bot" era un personaje igual que el mío pero, por alguna razón, hacía mucha más pupita.

Lógicamente, mi primera partida fue un desastre. Apenas sabía mover a la chiquilla ni me había enterado de lo que hacía. Mientras andaba, canturreaba pacíficamente "¿has visto a mi mascota Tibbers?", refiriéndose claramente a su osito. Grande fue mi sorpresa cuando descubrí que, pulsando los números del 1 al 5, y dependiendo de mi nivel, la adorable muchacha lanzaba, con sus propias manos, bolas de fuego al enemigo.




Pero el mayor shock me lo llevé ya entrada la partida. Mi novio me explicaba pacientemente que, al llegar a determinado nivel, se activaba no-se-qué poder especial que podría utilizar con la tecla del número 6.


Bien. Dicho poder convirtió al pequeño Tibbers en un enorme oso pardo de afiladísimos colmillos que cayó sobre el otro equipo, casi matando a gran parte de ellos. Con la sorpresa, dejé de prestar atención un momento, logrando que me asesinaran por vigésima vez en veinte minutos.




Lo peor, sin embargo, no eran el equipo enemigo ni los pequeños infartos que me provocaba mi personaje: era mi propio equipo. Por lo visto, nadie entiende que "partido de entrenamiento" implicará que hay novatos jugando contigo y que, probablemente, perderás contra el ordenador.


Es triste, si lo piensas: me imagino a todos aquellos chiquillos (en su mayoría, por alguna razón, polacos) gritándole a la pantalla cosas como "NOOB GO HOME" y "VUELVE A TU ZONA, ANNIE!". Aprovecho la ocasión para decir que si mi nick en un juego es Raqy, me gusta que me llamen Raqy. Annies hay muchas.




Por último, tengo que confesar que después de muchas partidas le cogí un cariño extrañísimo a Tibbers, que acabó siendo la única razón por la que seguía jugando. ¿Quién no querría tener un oso para defenderlo de las cosas malas?




P.d.: No me acuerdo muy bien de los controles. Pido perdón por cualquier error que haya podido cometer.

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