domingo, 17 de junio de 2012

La Máquina

Lo prometido es deuda, y aquí viene una historia sobre mi afición a marearme cuando me subo a aparatos que se mueven deprisa. Tengan en cuenta que ocurrió hace cuatro años, por lo que los detalles están bastante borrosos.

En tercero (o cuarto, no voy a fingir que me acuerdo) de ESO, mi instituto organizó un viaje al Parque de Atracciones de Madrid. Por supuesto, todos nos apuntamos (un tanto decepcionados, creo recordar, porque habríamos preferido la Warner... pero nos llevaban a la capital, que era un evento curioso para unos niños de provincias) y esperamos con ansia a que llegara el día.



A medio camino hacia Madrid, nos pararon en una gasolinera en la que aprovechamos para comer algo -entre otras cosas, mucha, mucha comida basura.


Llegamos al parque y el grupo se separó. Yo me quedé con mis amigos, y decidimos empezar por la primera atracción que vimos al entrar: La Máquina.


Digamos que es un enorme círculo en el que te atan, te lanzan al aire y te dan vueltas. Yo no estaba muy segura de montarme, pero no me daba la gana de haber pagado la excursión para quedarme en tierra. Así que me tragué el miedo y subí. 




Al principio todo iba bien. Aquel bicho giraba despacito y no se levantaba mucho del suelo. Pero tras un par de minutos todo empezó a cambiar. Hacía calor, y el tremendo balanceo de La Máquina no me dejaba pensar con claridad. Recuerdo que chillaba y no lo estaba pasando mal... hasta que paró. 


Aún atada y sentada en el círculo, no pude evitarlo: vomité con todas mis fuerzas. Suena asqueroso, pero verlo era incluso peor. Siempre hay alguien que vomita en La Máquina, por lo que me han dicho más adelante. Eso no quita que mi camiseta (mi querida camiseta de My Chemical Romance) estuviera inutilizada y mi orgullo roto.



En el botiquín me dieron una pastilla, una de mis amigas me dejó una camiseta de repuesto y el resto del día transcurrió sin mayores incidentes. Pero siempre quedarán en mi mente los gritos, entre risas, de la otra chica que nos acompañaba.


"Tú... ¡¡tú comiste Fritos!!"




Y era verdad.

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